UN NUEVO LIDERAZGO PARA UNA NUEVA SOCIEDAD
Mauricio Cardona
I. La nueva sociedad
A. Visión sucinta de la dinámica de la transformación actual
Todo parece indicar que estamos viviendo una transformación sociocultural planetaria. Siempre ha sido así en la evolución.
En ciertos momentos de la historia, se produce una coyuntura, o un umbral, o un punto de inflexión (un encuentro de fuerzas en movimiento) que dentro de la compleja dinámica de lo sociocultural ocasionan grandes rupturas (desajustes y reajustes adaptativos) que cambian paradigmas, y generan un salto evolutivo. Son momentos de síntesis (de tesis y antítesis acumuladas).
En la historia pasada se han detectado grandes circunstancias de este tipo, llamados épocas axiales, y se puede observar cómo entonces se entra en una nueva era.
Ervin Laszlo lo explica maravillosamente en sus libros Cambio Cuántico y Chaos Point y lo denomina momentos de bifurcaciones. En dichas bifurcaciones culturales (momentos de quiebre y ruptura) se puede dar un salto hacia un nuevo estado de consciencia y a un nuevo ordenamiento sociocultural. También se puede entrar en un proceso de declive y extinción. En el primer caso, algo muere y da vida a algo nuevo que nace; se avanza en la evolución hacia mayores estados de complejidad, consciencia y autonomía. En el segundo caso, ocurre una extinción.
Por todos los signos que hoy se nos revelan, algunos de ellos convertidos en indicadores, se llega a la conclusión que hoy estamos experimentando un momento axial o un momento de bifurcación ¿Entramos en una nueva era caracterizada por una nueva consciencia?
Parece que sí y que hay evidencia de ello. Cada uno de nosotros, al examinar seria y silenciosamente nuestras propias vidas, podrá constatar el hecho de la transformación que hoy experimenta la humanidad (¿o hacia qué le venimos dando atención y hacia dónde hemos estado mirando?).
B. Algunos rasgos resaltables
Algunos puntos que se alcanzan a comprender sobre la transformación actual que experimentamos, o por lo menos que se pueden elevar a la categoría de hipótesis, serían los siguientes:
- Nos estamos deslizando por el tiempo en forma más rápida, movidos por nuestra creatividad y proyectada en la mayor cantidad de elementos culturales (externos) a los que debemos prestar nuestra atención. Es la complejización de la vida en un proceso para el que no nos hemos entrenado, ni para el que hemos preparado criterios claros para saber navegar consecuentemente, por ese mar de la nueva cultura que venimos creando.
- El hombre es un ser creador de cultura. Así, las actuales transformaciones sociales las estamos protagonizando y acelerando nosotros mismos (la mayoría de las veces en forma inconsciente) movidos, primariamente, por un incesante y profundo deseo esencial de nuestra especie de innovar, adaptar y asimilar (en medio de la dinámica caos-orden-caos, propia de la Gran Historia del Cosmos).
- Resaltemos que nuestro cerebro siempre puja por crear, y así, con los excedentes energéticos causados (usualmente en manos de grupos de interés), complejizamos la cultura en demasía, al punto de que grandes sectores de la sociedad humana se siente extraviados dentro de ella. Nos cuesta encontrar el rumbo personal y colectivo, y el sentido de nuestras vidas.
- Sumado a esto recordemos que todo nuestro transcurrir por el mundo deja huella; de una forma u otra moldeamos la realidad. Todos poseemos un inmenso poder interior, que como potencial humano, es base de nuestra incesante creatividad.
- La evolución cultural, entendida como fenómeno sociobiológico, ha traído como consecuencia también alteraciones significativas en el plano de la biología humana y de la capa de vida planetaria. Este es un gran campo hoy abierto a la experimentación y a las posibilidades de la evolución consciente.
- En función de lo dicho, cabe resaltar que hemos creado una supra cultura planetaria, a manera de una nueva capa más allá de la capa biológica. En ella, todo está conectado y todo es una sola realidad. Es la noosfera de la que habló Pierre Teilhard de Chardin en la primera mitad del siglo pasado. Hasta hace poco, la cultura se expresaba únicamente en lo regional y local, con modos particulares claramente distinguibles que llamamos Culturas. Hoy ya no son tan distinguibles e independientes. La nueva cultura planetaria está permitiendo integrar, interconectar, y en casos a fundir, las culturas particulares, todo en esa supra capa mucho más rica y compleja que van configurando la nueva sociedad.
- Asociado con lo anterior recordemos que hoy podemos constatar que se están dando manifestaciones de un salto en la consciencia humana. Emerge una nueva consciencia caracterizada por la expansión de nuestro potencial, su afirmación en nuevos alcances o poderes (básicamente los perceptivos multisensoriales), y la trascendencia del actual nivel egoico. Los grupos en los que está deviniendo la emergencia, son aquellos que están en la periferia del paradigma dominante (por eso a veces son difíciles de advertir).Pero aquellos sectores de la sociedad instalados en el viejo paradigma, y no comprometidos con la transformación cultural, no perciben lo que está ocurriendo y se enfrascan en procesos desgastadores de simple supervivencia, sin percatarse que están fortificando su propia fosa.
- Así las cosas, hoy vivimos en una sociedad en transición sin que podamos predecir cuál es el camino por el que nos está llevando la coyuntura “bifurcadora”. Creo que, en mucho, ocurrirá lo nosotros hagamos que pase. Evolucionarios conscientes, creativos culturales, humanos trans-cincosensoriales (multisensoriales), son algunos términos con los cuales varios pensadores se refieren a la humanidad que vemos nacer. Es una humanidad que muestra claros signos de estar manifestando que su eje existencial es la vivencia de su condición espiritual. Es la vivencia de su autorrealización.
II. El nuevo liderazgo
Detrás de la nueva sociedad, desde luego vienen otras importantes transformaciones. Una muy significativa es el fin de liderazgo como lo hemos conocido y la emergencia de un nevo liderazgo. Veamos.
A. El viejo liderazgo
Hasta ahora, en la sociedad humana se ha venido manifestando una fuerza muy relevante por su influencia y potencia transformador; se trata del fenómeno de la dirigencia, que siempre ha estado allí como parte de importante del ordenamiento orgánico de la sociedad humana.
A la dirigencia usualmente le hemos asignado unos nombres, comúnmente aceptados, como los de jefatura o liderazgo. Es por ello que en las estructuras sociales de las culturas humanas encontramos esas figuras que denominamos genéricamente jefes y/o líderes.
Ahora bien, cabría hacernos la pregunta: esa especie de institución social de las jefaturas ¿podría mirarse con curiosidad creativa y ser cuestionado?
Casi nadie duda de la necesidad de jefes o de los llamados líderes. A estos jefes y líderes tradicionales los damos por sentado. Inclusive los reclamamos. Creemos que esa figura es indispensable y que es parte esencial de la vida social. Hemos llegado a creer que alguien tiene que estar a cargo y en control de los grupos sociales.
Marvin Harris, colega antropólogo, en su libro Nuestra Especie, se pregunta por la necesidad de jefes en las estructuras sociales humanas. Explica por qué en la evolución de los mamíferos se fue dando el fenómeno de jefatura (tema que no podemos tratarla acá por razones de tiempo).
Entonces, bien puede surgir otra pregunta: ¿Habrá otros mecanismos de coordinación y potenciación de las energías en el caso de las sociedades humanas?
Una cosa parece segura. A lo largo de la historia, las sociedades humanas han estado altamente influenciadas, para bien o para mal, por aquellos a quienes todavía denominamos líderes.
Y aquellos a quienes denominamos líderes, con contadas excepciones, les ha encantado serlo. Se han sentido poderosos y han creído que ser jefes líderes es un premio que se merecen por sus ejecutorias y porque, de una forma u otra, se consideran necesarios y más valiosos que las demás personas, y más, todavía, les encanta tener seguidores, ser admirados y ser obedecidos.
De allí que los líderes del pasado, para probar su eficacia, fueron desarrollando cada vez más habilidades para controlar, persuadir, seducir, mandar y dominar.
Y lo que es más significativo aún (quizás supervivencias atávicas), parece que a cantidades de personas les encanta que haya jefes, para que los dirijan, los orienten y los controlen.
Millones de personas aprendieron a entregar su poder auténtico, a perder su libertad, y en sumisión, aprendieron a adorar y a seguir jefes. Ha sido tan común la constatación de ese hecho sociocultural, que a veces ni se cuestiona y parece normal. Y así las sociedades en general aprendieron a estimular la mayor ocurrencia de jefes con capacidad de dominio sobre las demás personas.
Pero ¿funciona esto en la nueva sociedad? ¿Es evolucionario seguir pidiendo jefaturas así? ¿No será que las jefaturas se convirtieron más bien en mecanismos retardantes de la creatividad de las personas?
Hoy hay muchos indicios de que cuando los jefes y líderes actúan movidos por el afán de dominar, controlar, tener seguidores, ser obedecidos y dirigir grupos en la dirección de lo que consideran correcto, se engendra en la sociedad humana una dinámica interna en la cual se disminuye la voluntad participativa, la autorresponsabilidad y la creatividad social.
El costo es muy alto para la sociedad dado que resulta imponiéndose una sola visión no necesariamente compartida (sino simplemente acatada). Se pierden la efectividad colectiva, la riqueza de una visión de múltiples perspectivas, y, en un “monocultivo de la mente” (Vandana Shiva), se disminuye la expansión de consciencia y el crecimiento personal.
Competir y ganar se consideró una conducta evolucionada en una cultura que creyó en la lucha por la lucha por la existencia empujaba las sociedades hacia mayores niveles de bienestar y progreso, cosa que hoy se sabe que no es así (hoy sabemos que el mayor factor de progreso en la evolución de las sociedades es la conducta cooperativa y colaboradora). Responde a la vieja creencia de un sistema que se creó desde el medioevo, en donde la voz del rey era la voz de Dios, y su ley había que acatarla a toda
costa.
Vemos pues, que para una sociedad y para una organización, en este momento de la historia, pueden resultar muy costosos los liderazgos tradicionales, toda vez que se desperdicia la energía y la sabiduría colectiva, y se cae fácilmente en la tentación de usar el poder personal sobre los demás seres humanos (poder externo) y de estimular el crecimiento de una actitud altamente competitiva que solo potencia el uso de la fuerza, y la astucia para imponerse.
Pero lo más notorio, es que hay buenos indicios de que un uso del poder así, característico de lo que hasta hoy hemos denominado liderazgo, correlaciona directamente con las causas de las pluricrisis actual.
El viejo uso del poder, el poder externo, recurrido por parte de quienes hoy llamamos líderes, fue un factor que precipitó que la vieja sociedad llegara a un punto de insostenibilidad y se diera la transición hacia un nuevo liderazgo para la sostenibilidad, basado en otro uso del poder personal. La crisis actual tiene su fuente en el poder externo.
Ese poder externo, vigente todavía, reduce el espacio social y psicológico para el ejercicio del poder interior, que es el auténtico poder de los seres humanos. Y, peor, contribuye al debilitamiento de los lazos que nos unen como seres relacionales que somos. Debilita el tejido social porque estimula la inseguridad y la desconfianza.
B. El nuevo liderazgo
Para la nueva sociedad se necesitan, entonces, un liderazgo liberador que sea potenciador del poder auténtico de las personas.
Nuestra evolución cultural nos ha venido conduciendo a un punto de autodeterminación en el cual reclamamos el derecho de usar nuestro poder interior y potenciar nuestras posibilidades. Es un punto en donde nos estamos liberando de los estorbos y daños producidos por el abuso del poder externo, en manos de personas que creían tener el derecho de decidir por todos los demás miembros de los grupos sociales. Por ello ya no aceptamos ni necesitaremos jefaturas tradicionales. Esa vieja usanza no es lo que
estructura, determina y sostiene la nueva sociedad. No es su inspiración.
En la nueva sociedad, este viejo liderazgo que se basa en el poder externo no solamente es ya innecesario sino que no será posible en la nueva cultura. Está siendo contrarrestado, en nuestra evolución, por la emergencia paulatina de un nuevo hombre, un nuevo humano universal. Atestiguamos la emergencia de un hombre que reclama el derecho a autodirigirse pero desde la potenciación de su poder interior o poder auténtico. Es el advenimiento del liderazgo de sí mismo, el autoliderazgo, en sustitución del liderazgo “sobre mi” o que proviene de otra persona (inclusive puede ya sonar extraño
pensar que haya personas que acepten que otras los lideren).
En la no maduración todavía de este rasgo emergente de la sociedad humana, vemos hoy en día un grupo social constituido principalmente por jóvenes (nuevos miembros de nuestra especie) que en rebeldía, ya no aceptan ser liderados por nadie; cuando ésta transformación humana madure, en una generación, tendremos nuevos homos en los que su ética para actuar, adecuada y adaptativamente, será su consciencia expandida y su poder interior (auténtico poder), puesto al servicio del bien general.
Un líder, o sea, el poder auténtico en acción, opera más allá de las nocivas lógicas del poder externo. Es un nuevo hombre que al primero cultivarse a sí mismo y expandir su consciencia, expresa humildad, compasión, reverencia por la vida, capacidad de perdonar, compartir, y vive decididamente en el amor.
Ese líder, como ser relacional que somos todos, y basado en la armonía e integridad personal, contribuye, con sus relaciones de todo tipo, a que los demás cultiven su propio poder interior o poder auténtico y crezcan en consciencia, libertad, autonomía, y autodeterminación, orientados hacia el bien común, la sostenibilidad, el desarrollo humano y la evolución de la especie.
El eje central del programa de Formación Avanzada, FAD, que por más de 25 años venimos trabajando en el Colegio Altos Estudios de Quirama, en Medellín, es precisamente el nuevo liderazgo del que hablamos en este escrito.