Es imposible considerar un liderazgo desligado de quién eres. No hay un ser humano diferente en cada uno de los roles que desempeñas, y no lo debe haber: en la casa, en el trabajo, con la familia, con los amigos… eres un compendio de historias. Esa persona, que se desplaza de un lado a otro con sus propias vivencias, creencias, convicciones y cargas naturales de la vida, es el mismo ser humano que debe liderar equipos y asumir responsabilidades.
Una de las más importantes es conocer y escuchar a personas que vienen con sus propias cargas. Decidir enfrentar el manejo de equipos; desde un personaje creado, puede terminar generando distancia y desconexión. Buscar posicionarse con unos atributos de manual, que no dan cuenta del ser humano que se lleva dentro, no genera credibilidad; y, sin credibilidad en el líder, no hay confianza en su gestión.
Buscar posicionarse con unos atributos de manual, que no dan cuenta del ser humano que se lleva dentro, no genera credibilidad; y, sin credibilidad en el líder, no hay confianza en su gestión. Liderar un equipo te debe permitir aportar desde la experiencia profesional, pero también desde la experiencia de vida, para construir relaciones donde prime la transparencia e incluso la admiración.
A lo largo de mi vida, he hablado de coherencia, esa consistencia entre lo que se es (tu identidad), lo que se dice y lo que se hace. Un actuar que nos permite siempre mirarnos a los ojos. Cuando somos coherentes, somos personas dignas de la confianza y credibilidad de nuestros equipos. La formación profesional es clave por supuesto; pero ser un aprendiz permanente no es una opción en un mundo cuya única constante es el cambio; por eso la escucha de la experiencia de otros genera un valor adicional.
Liderar un equipo te debe permitir aportar desde la experiencia profesional, pero también desde la experiencia de vida, para construir relaciones donde prime la transparencia e incluso la admiración.
Esa misma cadena la podemos extrapolar al mundo de las organizaciones. Una empresa con una identidad clara, que es coherente con su propósito, gestiona naturalmente su reputación, mitiga riesgos y consolida un capital reputacional, indispensable en momentos críticos.
Ganar la confianza de los grupos de interés, crear relaciones cercanas y respetuosas, debe ser el resultado de una historia, de cumplir las promesas de valor, de actuar con coherencia, y comunicarlo de la manera asertiva.
La coherencia, entonces, y en cualquier caso, es el camino correcto para generar relaciones sólidas, que tengan como resultado la credibilidad y la confianza; una confianza que se reconocerá cuando lo que se comunique se refleje en acciones, no en actuaciones.
Por: Mónica Julieta Pinzón Bueno