Nuestras apreciaciones en este escrito son producto de las experiencias, aciertos, equivocaciones y observaciones que hemos vivido a través de los años. Y de los aprendizajes y enseñanzas de muchos autores. Lo que aquí compartimos no son verdades absolutas; son las conclusiones a las cuales hemos podido llegar hasta el momento. Les dejamos estas reflexiones para verificarlas con sus propias experiencias.
En la vida, pasamos por secuencias de situaciones y vivencias que nos permiten ir construyendo lo que hoy somos. Siempre estamos en continuo movimiento. Hoy no somos ni pensamos como lo hacíamos años atrás. Inicialmente habíamos creído que nuestra misión como seres humanos era ser profesionales…, tener trabajo…, formar una familia…, lograr nuestros objetivos personales y laborales…, tener comodidades…, casas cada vez más confortables…, conocer…, viajar…, experimentar los diferentes placeres… En otras palabras, vivir hacia afuera.
Hoy vemos que esto hace parte de la existencia y es importante, pero no lo más importante. Cuando va pasando el tiempo, vamos comprendiendo que van cambiando las prioridades y empezamos a ver que lo que pensábamos inicialmente ya no es así. Nos preguntamos entonces ¿a qué hemos venido al planeta tierra y cuál es nuestra verdadera misión en la vida?
Cada uno de nosotros tiene su propio camino y, por tanto, sus propios aprendizajes. Las situaciones, positivas o adversas de la vida, que en ocasiones nos incomodan o duelen tanto, son grandes oportunidades para aprender y se convierten en regalos que, aunque mal envueltos, si logramos ver en su interior y nos permitimos abrirlos y aceptarlos, lo que observamos son hermosos diamantes que traen enseñanzas valiosas para nosotros como seres humanos. Estos regalos nos dan herramientas para evolucionar. No es fácil ver inicialmente que estas situaciones difíciles son maestras importantes; pero, con el tiempo, descubrimos que son necesarias y nos llevan a pensar y sentir diferente.
Las actividades del día a día y las ocupaciones nos entretienen y, en ocasiones, nos hacen perder el norte de nuestra existencia. La invitación es a no salirnos del foco central de lo que vinimos a hacer y a estar atentos, para no distraernos. Pero no solo aprendemos individualmente, también aprendemos como grupo humano; y, para hacerlo, es necesario respetar la diferencia que existe entre todos los habitantes del planeta; cada uno tiene su propio camino. Los juicios y las críticas a los demás nos envuelven en el ego y no nos permiten avanzar. Cuando logramos comprender que la vida nos permite aprender y crecer con cada experiencia, y dejamos de hacer resistencia a los momentos difíciles, aceptándolos como llegan, aparece la idea de lo sagrado que somos y de la profundidad de la misión que cada uno de nosotros tiene.
Hemos comprendido entonces que vinimos a este mundo a realizar muchas actividades; pero, ante todo, a ser más conscientes, a conocernos y a realizar las tareas que cada uno tiene, para ser mejores seres humanos, para finalmente poner al servicio de los demás todo lo que somos. No somos perfectos ni tenemos la verdad absoluta; por eso, concluimos que no vinimos a poseer ni a tener; vinimos a SER, a aprender, a hacernos responsables y hacernos cargo de nosotros mismos.
Luz Amparo González
Juan Carlos Quintero